Uno que ya tiene unos
años recuerda como a principios de los años 90 los ministros de economía de
este país nos decían que el estado del bienestar era impagable y que tendríamos
que renunciar a él. Y leía periódicos que decían que los gobiernos eran unos manirotos
por aquello de gastarse el dinero en cosas tan ‘poco productivas’ como la
sanidad, la educación, el desempleo. Y recuerda como un ministro de economía
llamado Solchaga era el primero que se dedicaba a hacer reformas en el
desempleo limitando los derechos de los ciudadanos.
Otro ministro de
economía que ya lo fue en aquella época, Solbes, dijo solemnemente a la
ciudadanía que aquellos que en los noventa tuvieran entre 40 y 50 años deberían
pensar que no iban a cobrar una pensión del Estado. Y, por supuesto, los más
jóvenes era evidente que pagarían las pensiones que nunca iban a cobrar.
Y había un país,
Alemania, que se ponía ejemplo de reducción del estado del bienestar porque
eliminó un derecho de sus trabajadores: el de pasar una semana al año a costa
del estado en un balneario.
Es decir, que hace ya
20 años que, con motivo de una crisis económica ocasionada por la deuda (ya sea
pública o privada) se nos amenazaba con que el estado del bienestar era
inviable y que deberíamos pensar en liquidarlo.
Y los gobiernos ya nos
decían que eso de que el Estado pagase la educación, la investigación y la
sanidad de la población en general era inviable y que había que establecer un
sistema de copago que posibilitara la supervivencia del sistema.
Es decir, hace 20 años
que aquellos que influyen en la economía (que no los gobiernos, que de esto no
saben) ya nos advertían que algo teníamos que hacer.
20 años después,
después de una crisis de deuda (básicamente privada, no lo olvidemos) se nos
dice que el Estado no puede pagar el sistema del bienestar y se nos empiezan a
recortar los derechos: nos hacen pagar parte de la sanidad; nos hacen pagar una
parte cada vez mayor de la educación no obligatoria; se deja de financiar el
sistema de investigación con dinero público; se recortan los derechos laborales
de los trabajadores lo que ocasiona una disminución salarial y, en
consecuencia, de la renta y el consumo, … Se ha aprovechado que hay un problema
para aplicar un programa económico de máximos que hemos evitado durante muchos
años.
Y no es casualidad que
en los países europeos, único continente con un sistema de protección social
avanzado, los países centrales estén todos gobernados por gobiernos de un mismo
color político, y que el único que no lo está, Francia, se le diga que tiene
que actuar urgentemente antes de tener un serio problema de financiación.
Porque la crisis que
estamos viviendo esta ocasionada por un sobreendeudamiento privado,
especialmente en España. Cuando comienza la fiesta, allá por el año 2008, nuestro
país tenía sólo un 50% de deuda, mientras que el sector privado ya estaba cerca
del 300%. Luego no era un problema de insostenibilidad del sistema de
pensiones, o de exceso de gasto del sistema sanitario, que lo había; ni de
excesivos profesores en las aulas; era un problema de deuda privada lo que
provocó que la economía frenase en seco y provocase lo que estamos sufriendo en
la actualidad. Y no era un problema de
déficit público por el excesivo gasto sanitario del estado el que ocasionó que
los bancos no pudieran financiarse en los mercados, sino la propia codicia de
los directivos que acumularon deuda incobrable procedente de los derivados
norteamericanos que ni ellos mismos sabían que los tenían.
A finales del año 2008,
el primer ministro laborista del Reino Unido, Gordon Brown, solicitó
solemnemente a los bancos ingleses que le dijeran cuántos de sus activos eran
tóxicos para que el gobierno británico los comprase y así pudieran funcionar.
No hubo respuesta. O no lo sabían o no lo querían decir.
Aquí se hizo algo
parecido. El gobierno les dijo a los bancos que les avalaba deuda por importe
de 150.000 millones de euros con tal de que la utilizaran para limpiar sus
balances y deshacerse de los activos no útiles. El resultado lo conocemos
todos: no lo hicieron y, al final, les tuvimos que nacionalizar (en el caso de
las cajas, en primer lugar privatizar e inmediatamente después, nacionalizar:
una jugada redonda, en sentido literal). Y la broma nos costó otros 40.000
millones adicionales.
Y, al final, la conclusión
que los que mandan han puesto en boca de los políticos: ‘hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades’ no es una frase vacía, encierra toda la
filosofía que nos están aplicando inmisericordemente a los ciudadanos. Pero con
una salvedad: los que hemos vividos por encima de nuestras posibilidades éramos
el sector privado; el ajuste lo estamos haciendo en el público.
Y tampoco es casualidad
que los recortes se estén realizando en aquellas áreas donde el sector privado
está más implantado: sanidad, educación, investigación. ¿Por qué ningún
gobierno ha planteado, por ejemplo, la desaparición de todos los cuerpos de
policía duplicados? ¿o del ejército, transfiriendo esa función a la OTAN?, ¿o
de las embajadas, proponiendo la fusión de todas las delegaciones de los 27 en
una sola?. No se generaría negocio, luego no es interesante.
En definitiva, que la
crisis, que es cierta, se ha utilizado, como siempre, para aplicar unos postulados
específicos, con el argumento de que no podemos hacer otra cosa. Y eso implica
que dejamos de pensar por nosotros mismos y aplicamos las recetas que nos
mandan, aun cuando estén equivocadas, que lo están a pesar de los resultados
que nos estén vendiendo. Y que se aprovecha una cosa (la crisis de deuda) para
eliminar aquello que no nos interesa (el estado del bienestar) sin que se
produzcan protestas. Y al final hasta lo conseguirán.
@juanignaciodeju