La elucubración sobre el futuro que nos espera es un ejercicio al que me he dedicado en las últimas semanas con el objetivo de completar la serie de artículos que comencé con los bancos de inversión. Si no somos capaces de controlar el funcionamiento de los mercados financieros (y después de seis años de crisis, seguimos igual que al principio) abandono cualquier intento de reformar lo más básico y, simplemente, me dedico a elucubrar sobre cómo serán las cosas en el futuro en función de cómo han evolucionado hasta el momento actual.
Y en ese ejercicio me he sorprendido intentando conocer los mercados actuales y su evolución futura. Y he comprendido que, en la gran mayoría de los casos, son estructuras que tienden a la concentración y a la dispersión, situación contradictoria que pienso mantener. Tienden a concentrarse, creando inmensas estructuras empresariales que son capaces de dominar los mercados y, en lugar de continuar según el modelo económico del líder y seguidor, a dispersarse los demás en busca de nichos de mercado más específicos y que les permitan mantenerse, pero que rápidamente generan entradas de nuevos competidores y, en consecuencia, de estrechamiento de los mercados y abandono de las empresas.
Por ejemplo, los bares. Antes las cafeterías o los bares eran lugares indefinidos, que se mantenían por la inercia y donde no existían excesivas diferencias entre ellos, de forma que uno podía entrar en cualquiera y tomarse las mimas cosas. La diferencia la encontrábamos en la excelencia de la persona que se encontraba tras la barra. En la actualidad, se tiende a una concentración del negocio en pocas manos, existiendo cadenas de cafeterías como Starckbucks, donde uno se toma un café, o de restaurantes como los 100 montaditos o Cañas y Tapas, donde la especialidad es la misma. Y sólo termianrán sobreviviendo aquellos bares tradicionales donde exista una especialidad muy marcada en algo muy concreto, pero que les permita mantener una relación calidad / precio adecuada y, obviamente, unos beneficios suficientes para mantenerse en el mercado.
Eso implica que los mercados, tal y como los hemos estudiado hasta el momento en la disciplina de la teoría económica, están desapareciendo y generándose nuevos modelos que deberemos comprender y estudiar. Modelos que se basarán en la dualidad de Muy Grande/Muy Pequeño, es decir, algo donde podemos encontrar lo general (Muy Grande), donde no tendremos problemas de nada, y varias mucho más pequeñas que se especializarán en aquello que el otro no pueda abordar. Eso significa que todo aquello que no se adapte a este modelo tenderá a desaparecer. Si nos fijamos en los mercados de distribución, las grandes cadenas serán las dominantes en el futuro, pero existirán oportunidades de negocio en aquellos productos que no sean capaces de cubrir y que deberán ser abordadas por los Muy Pequeños. Es una fragmentación de los mercados evidente, que posibilita la concentración en pocas manos de grandes cantidades del mercado dejando las minucias para el resto, generándose nuevos mercados cada vez más pequeños y con muy pocos oferentes.
Esta estructura implica varios peligros desde el punto de vista de la economía. En primer lugar, la concentración implica disminución de la competencia, el dominio del mercado y, obviamente, la existencia de precios más elevados. Si cogemos el mercado de la distribución de petróleo en España, la concentración en pocas manos ha propiciado que los precios puedan subir en condiciones donde la teoría económica predeciría una bajada por la disminución de la demanda. O la electricidad, donde la concentración de la distribución implica que el precio no baja aun cuando la demanda disminuya. La teoría económica no explica esos procesos, al caer la demanda el precio debería bajar, pero está subiendo.
Y esta nueva forma de organizarse los mercados implica que la sociedad debe cambiar de forma de actuar y adaptarse a esta nueva realidad, donde tendrá más peso el marketing que la calidad y donde el éxito a corto plazo será más fácil, pero más complicado mantenerse a medio plazo. Al mismo tiempo, las superestructuras que se generan tendrán tal peso en la sociedad que se convertirán en sistémicas, de forma que el papel de los estados se modificará hacia protector de los muy grandes por su importancia en la economía. ¿Algún político podría aceptar que, por ejemplo, el Corte Inglés se declarara en quiebra? Parece que si eso fuera a ocurrir, la actuación del político sería la de ayudarle para evitar esa mancha.
Por lo tanto, tendremos sectores clave dominados por empresas clave. Y los estados deberán abandonar el capitalismo en ciertos momentos para ayudar a esas empresas clave en esos sectores clave, dejando todo lo demás al margen. No será posible que cualquier gobierno deje caer a una empresa como Endesa, aunque le dará igual que se hundan todas las empresas generadoras. Ni, por supuesto, podrá dejar que una empresa como Repsol desaparezca, aunque le importará poco que la gasolinera de la esquina tenga que cerrar. Ese es el modelo que se está construyendo y al que nos tendremos que ajustar, aunque no nos guste.
Ya lo hemos visto con los bancos y en el futuro lo veremos con todos los demás sectores clave de la economía. Por lo tanto, lo primero que tendríamos que hacer es empezar a crear estructuras de salvamento de esas empresas, mecanismo de regulación de las actividades y tasas específicas para la resolución de los problemas. Cualquier cosa que no vaya en ese camino nos conducirá a situaciones como las vividas con los bancos.
Aunque lo más racional sería modificar el funcionamiento de los mercados, establecer de nuevo la competencia, liberalizar los sectores y evitar la concentración de las empresas generando oligopolios u oligopsonios. Pero eso es lo racional, no lo habitual. Y ya no espero nada de racionalidad en los que mandan.
@juanignaciodeju
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