¿Podéis imaginar que algún país pida la capacidad de emitir moneda… ajena? Suena descabellado. Y está claro por qué:
Emitir moneda -y gastarla en el acto, se entiende -tiene un coste y un beneficio (produce devaluación, inflación, inseguridad, pero puedo emplearla para pagar cosas a partir de… ¡la nada!). Si yo emito la moneda de mi país vecino obtengo todo el beneficio de hacerlo, mientras que es él el que se lleva todo el coste. Un chollo para uno, una putada para otro. Hacer algo así es poco menos que declarar una guerra, claro.
El federalismo fiscal es la rama de la ciencia económica que se dedica a estudiar estas cosas cuando no resultan tan obvias. No conoce de banderas, por supuesto, sino de localidades y ‘regiones’ de tamaño variable en las que establece niveles de gobierno. Ahora mismo, en España tendríamos gobierno local (de tu ciudad), gobierno autonómico, gobierno nacional y gobierno europeo, y aunque los hemos conformado de una forma desastrosa (que probablemente beneficie a algunos y perjudique en mayor o menor medida a todos: por desgracia habrá regiones a las que les salga a cuenta) tiene sentido que lo hagamos así.
¿Por qué? Porque ello nos permite tomar decisiones que de otra manera sería imposible. El tema es complejo para lo que mi mente se puede expresar tras una jornada estudiantil, pero prácticamente siempre comparte la premisa del ejemplo de imprimir moneda: Que aquél que obtenga el beneficio, soporte el coste.
Una vez establecidos estos sistemas, a las partes más o menos pequeñas del mismo la independencia tiende a resultarles una idea apetitosa: Por lo general, independizarse no te quita de los beneficios y sí de los costes. Para ejemplarizar: Si una región española fuera independiente, un posible programa de estímulo (un aumento del gasto público para aumentar la demanda agregada) español pasaría por su economía casi tanto como por aquella en la que se ha efectuado el gasto. Así, recibiría el mismo impulso económico sin asumir costes (el estado español ha tenido que subir impuestos o endeudarse para ejecutar ese gasto): Una ganga.
Además, también puede beneficiarse de las bases fiscales móviles, esto es, de aquellas fuentes de ingreso públicas que pueden decidir dónde tributan. Es el caso de todo paraíso fiscal: Al ser tan pequeños, los capitales financieros extranjeros que llegan para tributar a sus menores tipos impositivos compensan de sobra los ingresos que se dejan de obtener por la menor recaudación de sus (encantados) ciudadanos. Los países vecinos que quieran establecer tipos más altos sobre capitales financieros deberán controlar su movilidad, dado que éstos tratarán de emigrar al paraíso fiscal... pero ese es un coste que asumirán ellos, y mientras su eficacia no sea total y sigan llegando capitales suficientes como para compensar al pequeño paraíso, su modelo seguirá siendo un chollo.
Claro, si todos fuéramos paraísos fiscales y los capitales extranjeros dejasen de tributar entre mis fronteras, la broma ya no sería tan divertida, y quizás se diera la desfachatez de que los ciudadanos de vastas regiones quisieran economías con un tipo impositivo concreto pero por la falta de coordinación se vieran obligados a establecerlo lo más bajo posible.
La pregunta que deben hacerse los catalanes es si es esto lo que pretenden ‘reclamar’ (algo que previsiblemente no pueden obtener; por algo no lo hacen todos) o si, quizás, lo que buscan es una coherencia en el reparto de competencias autonómicas que, efectivamente, no existe en España. Una que, por cierto, podría indicar que en unos años ningún español o catalán debería estar obligado a estudiar o atender a sus clientes en sus respectivos idiomas nativos... sino en inglés.
Gran artículo pero una objeción.
ResponderEliminarHablas de un programa de estímulo, que tendría efectos no solo en la economía que lo realiza si no también en la economía, supongamos colindante, que se independiza.
Obviamente pensamos en Catalunya o Euskadi, y dices que tendría grandes beneficios sin asumir los costes, pero eso mismo no podría ocurrir con Portugal? Les reclamamos a ellos parte del pastel cuando aplicamos una política expansiva?