23 feb 2012

Las entrañas del modelo austríaco

En economía, denominamos ‘paternalismo’ al hecho de que el Estado gestione los recursos del individuo para evitar que éste los gestione mal. En principio puede parecer absurdo: ¿por qué habría nadie de decirme qué debo hacer con mi dinero? Más no lo es necesariamente. Podría plantearse de otra forma: ¿por qué no ahorrarías un mínimo, cuando tienes ingresos, de cara a una posible falta futura de los mismos?

Pues en esto vendría a consistir, ni más ni menos, el modelo conocido como ‘la mochila austríaca’ que tan fervientemente defienden las importantes plataformas de difusión de teoría económica Fedea y Politikon. El debate, por supuesto, está servido.


El modelo consiste en, prácticamente, lo siguiente: El despido es completamente libre. Si no me gusta cómo trabajas, igual que una vez te contraté, puedo desemplearte. No obstante, tú no te quedas en la calle con una mano detrás y la otra delante, sino que cobras una indemnización estipulada en tu contrato. ¿Cómo puede ser esto? Es muy fácil: El estado ya ha ido obligando a pagar dicha indemnización, mes a mes, al empresario. En otras palabras: el empresario tiene que pagar tu indemnización, te despida o no. Por eso el despido es libre, porque ya está pagado.

Ahora bien, si el empresario que te contrató no tenía planeado tenerte en nómina de por vida, y era consciente de la posibilidad de que tú no te fueras por tu propio pie... ¿por qué no anticipó ya él que habría de pagarte una indemnización al despedirte? ¿no sería mejor que él mismo se encargase de provisionar ese gasto cuando más le conveniera?

Y la respuesta es: puede ser. Sin embargo, sin un mínimo de control periódico, no existe ninguna forma de garantizar que eso suceda... y cuando una empresa entra en quiebra, nadie puede conseguir sacarle el dinero que te deba. Ésta sería la principal característica del modelo: ese dinero, al que tendrías derecho, está asegurado, al tiempo que la decisión de despedirte no supone ningún coste adicional para el empresario.

¿Cuales son sus ventajas? Pues muchas, y variadas. Mi preferida concierne al trabajador, en cuanto a que si es él el que decide abandonar el trabajo, tiene derecho a recibir esa ‘indemnización’ de todas formas. ¿Y por qué es una ventaja? Básicamente, porque poner un coste monetario a quien quiera cambiar de trabajo es una idea macabra que solo puede desembocar en el desánimo y el desempeño laboral. Además, por supuesto, la eficiencia en la asignación de puestos laborales y la productividad crecerían de una manera inédita a este lado de nuestras fronteras.

¿Desventajas? Ahora mismo, especialmente, ninguna empresa es capaz de sumarse gastos periódicos como los que plantea. Si hace un par de días hablábamos de la necesidad de una devaluación interna con cargo a salarios, este modelo no conduce sino a dificultar el proceso.

Ayer yo mismo pedía encarecidamente firmas a su favor. Hoy, me planteo si éste es realmente el momento.

Pero si lo habéis firmado no os preocupéis, pues quienes lo defienden son personas muchísimo más instruidas en el tema que yo ;)


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