28 jun 2012

Europa y la ciudad en llamas


Desde hace tiempo se está debatiendo constantemente quién tiene, y quién no, razón sobre cómo se está enfrentando Europa a la difícil situación que está experimentando. En esta interesante entrada en el blog de Bruegel, el autor plantea una acertada, aunque también como bien recalca imperfecta, analogía entre Europa y una ciudad con diferentes urbanizaciones.

El autor comienza planteando la siguiente situación dentro de la hipotética ciudad: un grupo de urbanizaciones tomó la decisión de invertir en extintores mientras que otros prefirieron no hacerlo. En el momento que una de las urbanizaciones que no tomó la decisión de invertir en extintores se ve envuelta en llamas, y éstas amenazan con extenderse por toda la ciudad, surge el  siguiente debate, entre los que sí tienen extintores, sobre qué deberían hacer, centrándose  en tres puntos: 1. ¿es justo que paguen por quienes tomaron la decisión errónea? 2. Si deciden ser “solidarios”, ¿no puede esto desincentivar la inversión en extintores en el futuro? y 3. La capacidad de los extintores es limitada para ayudar a toda la ciudad.

De esta forma, ¿deberían los miembros de la ciudad primero apagar las llamas y posteriormente preocuparse sobre la equidad y el riesgo moral que (posiblemente) lleva implícita esta decisión o la forma de actuar debe ser en sentido inverso? La respuesta a esta pregunta está estrechamente relacionada con la concepción sobre qué riesgo es mayor.

Por un lado, se puede considerar más importante evitar comportamientos oportunistas en el futuro, lo que requiere no realizar ninguna acción; esto es, evitar cualquier tipo de ayuda o rescate, de modo que los individuos, que actuaron de forma irresponsable, paguen por esa conducta, no tengan incentivos a volver a tomar esa clase de decisiones y sirva de ejemplo o advertencia para el resto. Como alternativa, existe la posibilidad de llevar a cabo el rescate y, una vez solucionado el desastre, establecer un adecuado marco institucional que contribuya a disuadir malos comportamientos e incentive la cooperación entre los agentes.

Las opiniones sobre qué alternativa es mejor posiblemente serán muy diversas, y éstas estarán en armonía con el concepto que cada cual tenga de justicia y equidad. Sin embargo, es necesario hacer un análisis mucho más objetivo de ambas alternativas, teniendo en cuenta que el coste del rescate puede ser el mal menor si éste es comparado con el coste de la inacción.

La situación que se está viviendo dentro de la Eurozona es, en esencia, similar a la situación planteada y la solución elegida, como en la mayor parte de las crisis de este tipo, ha sido rescates con condiciones draconianas basándose en la necesidad de castigar los “inadecuados” comportamientos de los Estados en problemas. Sin embargo, a diferencia de la analogía con la ciudad, en Europa no sólo han sido los países que ahora están en problemas los que han actuado de forma equivocada y, tampoco la solución pasa exclusivamente por ayuda a cambio de austeridad. Comparto la opinión de que no se debe gastar más de los que se ingresa de forma sistemática, pero también opino que si todos los Estados miembros de la Eurozona asumimos la austeridad como solución las consecuencias pueden ser fatales (y, de hecho, ya lo estamos viendo). En Estados Unidos, más de un Estado (e.g. California, Alabama) se ha visto envuelto en llamas y, sin embargo, no han surgido, ni por asomo, las tensiones que se están viviendo en Europa, las cuales amenazan con romper 50 años de integración.

Comparto, en cierto modo, la posición alemana, siempre y cuando obviemos que el dinero que hinchó las burbujas venía del maravilloso y perfecto centro de Europa, y que (especialmente Alemania) se benefició ampliamente de la moneda única. También entiendo las reticencias de éstos a pagar por las pésimas decisiones tomadas por los despilfarradores PIIGS con sus opacas y malas instituciones. Pero todo esto, tiene un punto de partida común y es la mala configuración de la unión económica, la cual algunos iluminados creían que era suficiente sin tener que ir acompañada de una unión fiscal y política.

Así, los estados miembros continúan en su encrucijada, sin tener muchas opciones individuales, esperando a que una bombilla se ilumine en Paris, Berlín y Bruselas. Pues, la solución para Europa reside en Europa y pasa por más integración y el establecimiento de una agenda de política económica que favorezca a dicha integración y a corregir los desequilibrios que existen dentro de la unión.


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