Desde
hace tiempo se está debatiendo constantemente quién tiene, y quién no, razón sobre cómo se está enfrentando Europa a la difícil situación que está experimentando.
En esta interesante entrada en el blog de Bruegel, el autor
plantea una acertada, aunque también como bien recalca imperfecta, analogía
entre Europa y una ciudad con diferentes urbanizaciones.
El
autor comienza planteando la siguiente situación dentro de la hipotética ciudad:
un grupo de urbanizaciones tomó la decisión de invertir en extintores mientras
que otros prefirieron no hacerlo. En
el momento que una de las urbanizaciones que no tomó la decisión de invertir
en extintores se ve envuelta en llamas, y éstas amenazan con extenderse por toda
la ciudad, surge el siguiente debate, entre los que sí tienen extintores, sobre qué deberían hacer, centrándose en tres puntos: 1. ¿es justo que paguen por quienes tomaron la decisión
errónea? 2. Si deciden ser “solidarios”,
¿no puede esto desincentivar la inversión en extintores en el futuro? y 3. La
capacidad de los extintores es limitada para ayudar a toda la ciudad.
De
esta forma, ¿deberían los miembros de la ciudad primero apagar las llamas y
posteriormente preocuparse sobre la equidad y el riesgo moral que
(posiblemente) lleva implícita esta decisión o la forma de actuar debe ser en
sentido inverso? La respuesta a esta pregunta está estrechamente relacionada
con la concepción sobre qué riesgo es mayor.
Por
un lado, se puede considerar más importante evitar comportamientos oportunistas en el futuro, lo que requiere no
realizar ninguna acción; esto es, evitar cualquier tipo de ayuda o rescate, de modo
que los individuos, que actuaron de forma irresponsable,
paguen por esa conducta, no tengan incentivos a volver a tomar esa clase de
decisiones y sirva de ejemplo o advertencia para el resto. Como alternativa,
existe la posibilidad de llevar a cabo el rescate y, una vez solucionado el
desastre, establecer un adecuado marco
institucional que contribuya a disuadir malos comportamientos e incentive
la cooperación entre los agentes.
Las
opiniones sobre qué alternativa es mejor posiblemente serán muy diversas, y
éstas estarán en armonía con el concepto que cada cual tenga de justicia y
equidad. Sin embargo, es necesario hacer un análisis mucho más objetivo de
ambas alternativas, teniendo en cuenta que el coste del rescate puede ser el
mal menor si éste es comparado con el coste de la inacción.
La
situación que se está viviendo dentro de la Eurozona es, en esencia, similar a la
situación planteada y la solución elegida, como en la mayor parte de las crisis
de este tipo, ha sido rescates con condiciones draconianas basándose en la
necesidad de castigar los “inadecuados”
comportamientos de los Estados en problemas. Sin embargo, a diferencia de la
analogía con la ciudad, en Europa no sólo han sido los países que ahora están
en problemas los que han actuado de forma equivocada y, tampoco la solución
pasa exclusivamente por ayuda a cambio de
austeridad. Comparto la opinión de que no se debe gastar más de los que se
ingresa de forma sistemática, pero también opino que si todos los Estados
miembros de la Eurozona asumimos la austeridad como solución las consecuencias
pueden ser fatales (y, de hecho, ya lo estamos viendo). En Estados Unidos, más de un Estado (e.g. California,
Alabama)
se ha visto envuelto en llamas y, sin embargo, no han surgido, ni por asomo,
las tensiones que se están viviendo en Europa, las cuales amenazan con romper
50 años de integración.
Comparto,
en cierto modo, la posición alemana, siempre y cuando obviemos que el dinero
que hinchó las burbujas venía del maravilloso
y perfecto centro de Europa, y que (especialmente
Alemania) se benefició ampliamente de la moneda única. También entiendo las
reticencias de éstos a pagar por las pésimas decisiones tomadas por los despilfarradores PIIGS con sus opacas y malas instituciones. Pero todo esto, tiene
un punto de partida común y es la mala configuración de la unión económica, la
cual algunos iluminados creían que era suficiente sin tener que ir acompañada
de una unión fiscal y política.
Así,
los estados miembros continúan en su encrucijada,
sin tener muchas opciones individuales, esperando a que una bombilla se ilumine
en Paris, Berlín y Bruselas. Pues, la solución para Europa reside en Europa y pasa
por más
integración y el establecimiento de una agenda
de política económica que favorezca a dicha integración y a corregir los desequilibrios
que existen dentro de la unión.
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