22 mar 2012

No se puede invertir sin ahorrar


Hace un par de días publicaba un pequeño ejemplo práctico que voy a tratar de esquematizar gráficamente de forma rápida: 

George y Lennie llegan a su propio sistema económico particular:

 Un buen día a Lennie le da por ahorrar, compra menos, y la producción baja de inmediato: Nótese que el ahorro de la economía, no obstante, se mantiene a cero (dado que George tiene que 'desahorrar' para que Lennie ahorre):

Por supuesto, la nueva situación resulta insostenible para George, que tiene que disminuir su consumo para dejar de perder dinero, provocando una segunda caída en la producción:
Y al final, como vemos, Lennie deja de ahorrar, y ambos reducen su intercambio por debajo de lo preferido.

Una vez dicho esto, presentábamos a la inversión como el elemento que nos faltaba para hacer que todo cuadrara, e introducíamos la igualdad ahorro inversión. Así, lo que voy a intentar ahora es ir un paso más allá para presentar a dicha inversión en toda su magnitud. Y es que... ¿qué es, exactamente, la inversión?


La inversión

La inversión es el mecanismo mediante el cual 'gastamos' recursos no en generar valor añadido (algo por lo que alguien pagaría, algo que consumir) sino en obtener una forma de conseguir que otros recursos generen más valor añadido del que generaran antes, dando como resultado un 'extra' que será empleado por el inversor para compensar el valor añadido que los recursos que ha destinado a invertir han dejado de producir, y obtener además beneficios adicionales.

Así, si te dan a elegir entre una bolsa de palomitas y una máquina de hacer palomitas con maíces para varios meses, probablemente escojas la máquina, por mucho que no puedas ponerte a comer palomitas de inmediato, para poder hacerlo de ahora en adelante cuando te dé la gana.

Ésta es la magnitud que nos interesa. La que consiste en dejar de consumir 'x' hoy para poder consumir 'x+y' mañana. La misma maldita magnitud que ha hecho surgir enormes ciudades de civilizaciones que antaño vivían en las cavernas.

Y bien, ¿dónde encaja el ahorro en todo esto? Pues ni más ni menos que en lo que se conoce como el mercado de dinero. Una vez yo no consumo todo lo que gano, tengo una cantidad de dinero 'sobrante' que puedo dejar parada, o bien prestar a quienes estén interesados en invertirla. De optar por la segunda opción, nuestros ahorros crecerán (puesto que los prestamos poniéndoles un precio, claro) al tiempo que se destinan a inversión sin que nosotros asumamos el riesgo, dado que el prestatario se compromete a devolverte íntegramente la cantidad acordada.

En cierto modo, George tenía razón al decirnos que el ahorro no existe. Parar el dinero no es una opción, puesto que dinero que no circula es dinero que, de algún modo, deja de 'contar'. En realidad, el ahorro tal y como lo conocemos consiste más bien en invertir indirectamente, nada más. De hecho, si consideramos como ahorro toda la cantidad de dinero que no se destina al consumo, como hacen las cuentas macroeconómicas, también el dinero que se destina directamente a invertir habría de considerarse como 'ahorro'. ¿Cómo no van a ser estas magnitudes iguales, si son prácticamente la misma cosa?


Las incoherencias de la inversión

Uno de los problemas que nos encontrábamos en el artículo previo era que para que aumentara la inversión tenía que disminuir el consumo de otros productos, lo que nos hacía preguntarnos: ¿Cómo puede tener la reducción del consumo efectos positivos sobre la inversión? ¿No debería ser el incremento del consumo lo que nos impulsase a invertir?

Y la respuesta es: ¿No habíamos dicho que para invertir había que dejar de emplear unos recursos productivos en producir, digamos, bienes, para poder utilizarlos en la creación de una estructura productiva? Lo que es imposible es consumir lo mismo que consumíamos si parte de los recursos dejan de destinarse a producir productos de consumo. Forma parte del proceso natural de la inversión que determinados recursos pierdan parte de su utilidad.

Volvamos al caso de George y Lennie para ilustrarlo mejor. Allí, una vez que Lennie decidía ahorrar (para comprarse una granja de conejos) George dejaba de ingresar cuatro monedas para pasar a ingresar dos, y así su gasto de cuatro monedas semanales se volvía insostenible. Pero, a la vez, también el tiempo que se dedicaba a cazar un segundo conejo dejaba de ser práctico para él, que estaba encantado de hacerlo.

¿Y si George acordase con Lennie que le prestase ese dinero para construir él mismo el corral? De ese modo, efectivamente, todo el dinero que no se está dedicando ahora al consumo -el ahorro- sería invertido y nuestra mini-economía, como podemos comprobar, sería perfectamente sostenible y tan grande como la inicial:

¿Cómo se estimula, entonces, la inversión?

Con esto ya termino: Contra lo que parecíamos intuir en nuestro primer acercamiento al ahorro, la conclusión que se extrae es que la inversión se estimula siendo ahorradores. ¿Por qué? Básicamente por dos cosas: En primer lugar, hemos hablado del mercado de dinero que convierte a los ahorradores en inversores indirectos. Si dichos inversores se afanan más en poner su dinero disponible a los 'inversores directos', entre otras cosas bajarán el precio al que lo prestan, haciendo así más fácil para los prestatarios destinarlo a invertir sin depender de una gran rentabilidad en su inversión.
En segundo lugar, al disminuir el consumo, 'liberamos' determinados factores productivos permitiendo que los mismos se destinen a inversión.

Y es que, si suponemos que George y Lennie tienen cosas que hacer el resto del día y no pueden aumentar su tiempo de dedicación a la pequeña economía que tienen montada (es decir, una vez que todos los recursos ya están asignados, no es precisamente un supuesto descabellado), ¿qué forma hubiera habido de que se comenzara a invertir sino empezando a reducir los recursos destinados al consumo?


Sin embargo, cuidado, porque la lectura inicial sigue siendo correcta: El ahorro, comprendido como dinero que no se destina al consumo, si tampoco se destina a invertir, es insostenible. Y eso, a gran escala, toma la forma de lo que conoceríamos como una recesión.

Y es lo que pasa ante una trampa de liquidez. Como la que, por desgracia, ahora mismo atravesamos. Es MUY importante evitar que la población se afane en ahorrar al tiempo que rehúsa a invertir. 

Sólo queda esperar que los tiempos que vivimos ahora queden como mejor ejemplo de esto de aquí en adelante, y eso pasa por que todos seamos conscientes de qué hacemos cuando ahorramos.

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