Escrito por Miguel Puente Ajovin en Caótica Economía / @caoticaeconomia
Nos volvemos a meter en la máquina del tiempo para viajar al
tercer milenio a.C. Allí visitaremos dos ciudades de la antigua Mesopotamia, Mari,
considerada como una de las primeras capitales especializadas en el sector metalúrgico,
situada en el norte mesopotámico, a unos 550 kilómetros desde la ciudad de Uruk
(casi la misma distancia que hay entre Madrid y Barcelona) y Ur, una de las
ciudades más ricas de la zona, situada al sur, a 100 kilometros de Uruk.
Mari resistió hasta el 1.749 a.C. cuando el sexto rey de
Babilonia, Dammurabi, la destruyó definitivamente, dejándola como un simple
asentamiento que sería utilizado desde entonces por persas o asirios. Ur, en
cambio sobrevivió bastante más (hasta el 400 a.C.) pero su liderazgo como urbe
no duró mucho más allá del tercer milenio, cuando la dinastía UR fue revocada
por los elamitas.
Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Uruk, Mari, Ur, Babilonia? ¿Qué demonios está ocurriendo en la Mesopotamia y porqué todas las ciudades importantes surgen allí? ¿Es que acaso no había más imperios en el resto del mundo? Lo cierto es que sí. Ahora comienza una época en la que el imperio Egipcio comenzará a florecer (llegarán las pirámides), pero el liderazgo mesopotámico tardaría bastante en decaer, sino en su conjunto, al menos si en sus ciudades.
La aparición de estos dos imperios (el llamado “creciente
fértil”) se centra en los alrededores de una gran corriente de agua como puede
ser el Tigris, el Éufrates o el Nilo. No es casualidad. Además de los
beneficios derivados de la mayor fertilidad de las zonas adyacentes a estos
ríos, los costes de transporte también juegan un papel fundamental. Por tierra
eran bastante altos, pues para transportar, por ejemplo, una tonelada de cereal
a una distancia de 100 kilómetros, hacían falta otros 500 kg de cereal en
concepto de coste si lo hacías con animales de carga. Según estos cálculos,
trasladar cereales más allá de 200 kilómetros era algo inviable, a no ser que
los precios se elevaran una barbaridad. Sin embargo, el transporte fluvial relajaba
mucho los costes, pues podías transportar una tonelada con un coste aproximado
del 10% del valor de la carga. Toda la Mesopotamia, por tanto, era un enclave
perfecto, regado por el Tigris y el Éufrates, donde todas las ciudades podían,
económicamente hablando, comerciar con sus vecinos a bajo coste. No solo la
facilidad del comercio implica una especialidad mayor capaz de aumentar la
productividad y el desarrollo económico, sino que también facilita la aparición
de enclaves o núcleos urbanos capaces de aglomerar y potenciar este comercio. Además,
menores costes de transporte implican menores costes de información y
organización.
Pero el florecimiento del comercio dentro del cerco
mesopotámico dio paso a un comercio a mucha mayor escala. No se puede deducir
que hubiera una intención clara, pero con el objetivo de mantener el comercio
(pacifico o no), diferentes colonias se desplazaban poco a poco en tierras
extrañas, en lo que podríamos llamar una “invasión silenciosa”.
Sea como fuere, el desarrollo económico incrementó todavía
más el consumo de dos sectores: el lujo y la defensa. Dos sectores en los que
se especializarían en cierta manera las grandes urbes del momento. Mari y Ur muestran
las dos caras de una misma moneda, la comercial.
Desde luego, no es que hubiera una diferenciación total
entre unas ciudades y otras. Recordemos que, aunque desarrolladas, el output
por persona libre del sector agrario (necesario para la mera subsistencia)
seguía siendo minúsculo en comparación con lo que tenemos hoy en día. Sin
embargo, la evidencia sugiere que ya había dos patrones diferenciados claros, y
las razones económicas de trasfondo parece tener un gran sentido
económico. Las ciudades del noroeste
mesopotámico (Mari) se dedicaban a la metalurgía, y las del sureste (Ur), al
textil y el lujo.
Lo cierto es que si uno observa a Mari en el mapa ve que hay
algo que no termina de cuadrar. Ur, Uruk y Babilonia se concentran en el sur,
zona mucho más fértil (dado que los ríos eran menos caudalosos), y fue allí
donde nació el apogeo del comercio. Mari en cambio está mucho más alejada, en
una zona mucho menos fértil, casi desértica. ¿Cómo pudo llegar a convertirse en
una gran capital?
La respuesta es que Mari pudo no ser solo una ciudad que
gradualmente fuera especializándose en la metalurgia. Arqueólogos franceses
afirman que fue construida por entero en una sola fase con el único propósito
de servir de eje central y productor de armas de cobre y herramientas (y
presumiblemente también monedas). La
ciudad contaba incluso con tres canales que permitían un comercio más ágil con
sus vecinos del norte, la actual Turquía, especialistas previos en el sector de
la metalurgia.
La realidad puede ser un poco menos especifica, ya que Mari
comerciaba también productos de porcelana y grano y la ciudad (como
asentamiento) data de muchos cientos de años antes de que Mesopotamia se
desarrollara tanto. Se convirtió en capital del comercio antes de
especializarse en el cobre, pues su enclave geográfico era perfecto, entre los sumerios del sur mesopotámico, Anatolia y Carchemish (capital independiente entre Siria y la actual Turquía).
No obstante, recuerden que estamos en planos temporales que
abarcan siglos. Puede ser que la ciudad se remodelara y fuera deliberadamente
inducida a la dedicación y el trabajo con el cobre. Se liberalizaron las
tierras (parece ser el primer proceso de este tipo en la historia), lo cual puede
reforzar la idea de que el estado quería desentenderse de ciertas áreas
económicas para potenciar otras... Fuere como fuese, el potencial de Mari en el
sector metalúrgico parece indiscutible. Al menos, hasta que fue destruida por
primera vez en torno al 2.400 a.C.
En oposición, el sur se
especializó en el sector textil. El proceso aquí sí que parece ser algo más
gradual. Al cambiar de telas basadas en lino (origen vegetal) a lana (origen
animal), consiguieron telas de mayor calidad que permitían añadir colores con
mayor facilidad y, aunque el proceso era algo más costoso en principio, valía
la pena. Al ser más fértil, el cuidado de animales era mucho más productivo, y
los lazos comerciales con el exterior parecen ser más grandes que en el norte,
además de que la cantidad de trabajadores experimentados con el textil era
mayor.
La producción de telas de colores fue el comienzo de los
primeros artículos de lo que podríamos denominar “vestimenta de lujo”. Esto fue
completado con joyería, no solo basada en metales preciosos, sino también en
materiales que los imitaban, de forma que incluso las clases más pobres
pudieran tener algún tipo de bisutería. Al ser un producto de lujo, su precio
solía exceder con creces el coste de producción, lo cual acabo convirtiendo a algunas
ciudades del sur, como Ur, en unas de las más ricas del momento.
La producción era masiva, desde luego. Se conjetura que pudo
llegar a haber hasta 500.000 ovejas solo en Ur, y en torno al 40% de todos los
trabajadores se dedicaban a trabajos directa o indirectamente relacionados con
el textil. Todo estaba organizado por la propia ciudad-estado (seguramente las elites,
ricos, que las dirigían), que poseía las tierras (y, por tanto, el producto). Los
trabajadores (la mayoría mujeres) cobraban raciones del mismo en forma de pago.
Este, al menos, era el plano comercial. Políticamente debemos
enmarcar todo este proceso en un periodo de alta inestabilidad. Donde el
liderazgo ya no descansaba tanto en los templos (religión), sino en los
palacios (reyes), lo cual incitaba a los mismos a levantarse en armas contra
otros, conquistar y asegurarse un mayor abastecimiento. Surgen caídas y
resurgimiento de imperios (acadio, dinastía UR) y ciudades (Mari entre ellas)
que querían desligarse y pedir la independencia del imperio, cansados de pagar
tributos a otras capitales o estar bajo sus mandatos o sus dioses. Unos
gobernantes traicionan a otros (incluso hijos a padres)… y cuando todo parecía
empezar a tomar las riendas adecuadas, con la III dinastía UR, con un mayor
poder en el sur, más descentralizado, potenciando una estructura política más
organizada, incluso introduciendo el primer código normativo de leyes (en donde
la justicia recaía en manos del Rey y los gobernantes)… los elamitas van y
vuelven a destruir Ur (saqueado e incendiado), en torno al 2.000 a.C.
Si echamos un vistazo a la ley establecida en Ur (el Code of Ur-Nammu) podemos ver
normativas relacionadas con la economía. En primer lugar se establece un tope
de gasto mensual por parte del templo y el orden de pesos (11 gramos son un
shekel. 60 shekels son una mina. 60 minas son un talento). Pero hay más
curiosidades:
Si un hombre se divorcia de su mujer, deberá pagarle una mina de plata (660 gramos). Por violencia se debía compensar al afectado. Por dejarle tuerto (330 gramos de plata), cortarle un pie (110), un miembro entero (660), arrancar un diente (22), nariz (440)… Por mentir en un juicio se debían pagar 550 gramos de plata. Robar y matar estaban penados con la muerte.
Si un hombre se divorcia de su mujer, deberá pagarle una mina de plata (660 gramos). Por violencia se debía compensar al afectado. Por dejarle tuerto (330 gramos de plata), cortarle un pie (110), un miembro entero (660), arrancar un diente (22), nariz (440)… Por mentir en un juicio se debían pagar 550 gramos de plata. Robar y matar estaban penados con la muerte.
Esto me hace pensar que la plata era el elemento que se
utilizaba, posiblemente de forma muy precaria, como moneda de intercambio (pues
el trueque seguía existiendo), ya que todos los pagos legales se hacían en
plata.
Pero ser rico te hace ganar enemigos y la diplomacia no
parece ser una política muy efectiva de disuasión en aquella época. Con la
caída de Ur, se acabó el liderazgo económico.
No obstante, la historia no acaba aquí. Babilonia resurgirá
y se convertirá en la más conocida de cuantas ciudades surgieron y perecieron
en la cultura sumeria. Pero antes de acabar esta trilogía mesopotámica, haremos
una pequeña parada en Yinxu (China), donde la economía parece moverse
rápidamente.
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