13 may 2012

La historia de nuestras ciudades (III): Ur y Mari.

Escrito por Miguel Puente Ajovin en Caótica Economía / @caoticaeconomia

Nos volvemos a meter en la máquina del tiempo para viajar al tercer milenio a.C. Allí visitaremos dos ciudades de la antigua Mesopotamia, Mari, considerada como una de las primeras capitales especializadas en el sector metalúrgico, situada en el norte mesopotámico, a unos 550 kilómetros desde la ciudad de Uruk (casi la misma distancia que hay entre Madrid y Barcelona) y Ur, una de las ciudades más ricas de la zona, situada al sur, a 100 kilometros de Uruk.

Mari resistió hasta el 1.749 a.C. cuando el sexto rey de Babilonia, Dammurabi, la destruyó definitivamente, dejándola como un simple asentamiento que sería utilizado desde entonces por persas o asirios. Ur, en cambio sobrevivió bastante más (hasta el 400 a.C.) pero su liderazgo como urbe no duró mucho más allá del tercer milenio, cuando la dinastía UR fue revocada por los elamitas.

Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Uruk, Mari, Ur, Babilonia? ¿Qué demonios está ocurriendo en la Mesopotamia y porqué todas las ciudades importantes surgen allí? ¿Es que acaso no había más imperios en el resto del mundo? Lo cierto es que sí.  Ahora comienza una época en la que el imperio Egipcio comenzará a florecer (llegarán las pirámides), pero el liderazgo mesopotámico tardaría bastante en decaer, sino en su conjunto, al menos si en sus ciudades.

La aparición de estos dos imperios (el llamado “creciente fértil”) se centra en los alrededores de una gran corriente de agua como puede ser el Tigris, el Éufrates o el Nilo. No es casualidad. Además de los beneficios derivados de la mayor fertilidad de las zonas adyacentes a estos ríos, los costes de transporte también juegan un papel fundamental. Por tierra eran bastante altos, pues para transportar, por ejemplo, una tonelada de cereal a una distancia de 100 kilómetros, hacían falta otros 500 kg de cereal en concepto de coste si lo hacías con animales de carga. Según estos cálculos, trasladar cereales más allá de 200 kilómetros era algo inviable, a no ser que los precios se elevaran una barbaridad. Sin embargo, el transporte fluvial relajaba mucho los costes, pues podías transportar una tonelada con un coste aproximado del 10% del valor de la carga. Toda la Mesopotamia, por tanto, era un enclave perfecto, regado por el Tigris y el Éufrates, donde todas las ciudades podían, económicamente hablando, comerciar con sus vecinos a bajo coste. No solo la facilidad del comercio implica una especialidad mayor capaz de aumentar la productividad y el desarrollo económico, sino que también facilita la aparición de enclaves o núcleos urbanos capaces de aglomerar y potenciar este comercio. Además, menores costes de transporte implican menores costes de información y organización.

Pero el florecimiento del comercio dentro del cerco mesopotámico dio paso a un comercio a mucha mayor escala. No se puede deducir que hubiera una intención clara, pero con el objetivo de mantener el comercio (pacifico o no), diferentes colonias se desplazaban poco a poco en tierras extrañas, en lo que podríamos llamar una “invasión silenciosa”.

Sea como fuere, el desarrollo económico incrementó todavía más el consumo de dos sectores: el lujo y la defensa. Dos sectores en los que se especializarían en cierta manera las grandes urbes del momento. Mari y Ur muestran las dos caras de una misma moneda, la comercial.
Desde luego, no es que hubiera una diferenciación total entre unas ciudades y otras. Recordemos que, aunque desarrolladas, el output por persona libre del sector agrario (necesario para la mera subsistencia) seguía siendo minúsculo en comparación con lo que tenemos hoy en día. Sin embargo, la evidencia sugiere que ya había dos patrones diferenciados claros, y las razones económicas de trasfondo parece tener un gran sentido económico.  Las ciudades del noroeste mesopotámico (Mari) se dedicaban a la metalurgía, y las del sureste (Ur), al textil y el lujo.

Lo cierto es que si uno observa a Mari en el mapa ve que hay algo que no termina de cuadrar. Ur, Uruk y Babilonia se concentran en el sur, zona mucho más fértil (dado que los ríos eran menos caudalosos), y fue allí donde nació el apogeo del comercio. Mari en cambio está mucho más alejada, en una zona mucho menos fértil, casi desértica. ¿Cómo pudo llegar a convertirse en una gran capital?

La respuesta es que Mari pudo no ser solo una ciudad que gradualmente fuera especializándose en la metalurgia. Arqueólogos franceses afirman que fue construida por entero en una sola fase con el único propósito de servir de eje central y productor de armas de cobre y herramientas (y presumiblemente también monedas).  La ciudad contaba incluso con tres canales que permitían un comercio más ágil con sus vecinos del norte, la actual Turquía, especialistas previos en el sector de la metalurgia.
La realidad puede ser un poco menos especifica, ya que Mari comerciaba también productos de porcelana y grano y la ciudad (como asentamiento) data de muchos cientos de años antes de que Mesopotamia se desarrollara tanto. Se convirtió en capital del comercio antes de especializarse en el cobre, pues su enclave geográfico era perfecto, entre los sumerios del sur mesopotámico, Anatolia y Carchemish (capital independiente entre Siria y la actual Turquía).

No obstante, recuerden que estamos en planos temporales que abarcan siglos. Puede ser que la ciudad se remodelara y fuera deliberadamente inducida a la dedicación y el trabajo con el cobre. Se liberalizaron las tierras (parece ser el primer proceso de este tipo en la historia), lo cual puede reforzar la idea de que el estado quería desentenderse de ciertas áreas económicas para potenciar otras... Fuere como fuese, el potencial de Mari en el sector metalúrgico parece indiscutible. Al menos, hasta que fue destruida por primera vez en torno al 2.400 a.C.

En oposición,  el sur se especializó en el sector textil. El proceso aquí sí que parece ser algo más gradual. Al cambiar de telas basadas en lino (origen vegetal) a lana (origen animal), consiguieron telas de mayor calidad que permitían añadir colores con mayor facilidad y, aunque el proceso era algo más costoso en principio, valía la pena. Al ser más fértil, el cuidado de animales era mucho más productivo, y los lazos comerciales con el exterior parecen ser más grandes que en el norte, además de que la cantidad de trabajadores experimentados con el textil era mayor.

La producción de telas de colores fue el comienzo de los primeros artículos de lo que podríamos denominar “vestimenta de lujo”. Esto fue completado con joyería, no solo basada en metales preciosos, sino también en materiales que los imitaban, de forma que incluso las clases más pobres pudieran tener algún tipo de bisutería. Al ser un producto de lujo, su precio solía exceder con creces el coste de producción, lo cual acabo convirtiendo a algunas ciudades del sur, como Ur, en unas de las más ricas del momento.
La producción era masiva, desde luego. Se conjetura que pudo llegar a haber hasta 500.000 ovejas solo en Ur, y en torno al 40% de todos los trabajadores se dedicaban a trabajos directa o indirectamente relacionados con el textil. Todo estaba organizado por la propia ciudad-estado (seguramente las elites, ricos, que las dirigían), que poseía las tierras (y, por tanto, el producto). Los trabajadores (la mayoría mujeres) cobraban raciones del mismo en forma de pago.

Este, al menos, era el plano comercial. Políticamente debemos enmarcar todo este proceso en un periodo de alta inestabilidad. Donde el liderazgo ya no descansaba tanto en los templos (religión), sino en los palacios (reyes), lo cual incitaba a los mismos a levantarse en armas contra otros, conquistar y asegurarse un mayor abastecimiento. Surgen caídas y resurgimiento de imperios (acadio, dinastía UR) y ciudades (Mari entre ellas) que querían desligarse y pedir la independencia del imperio, cansados de pagar tributos a otras capitales o estar bajo sus mandatos o sus dioses. Unos gobernantes traicionan a otros (incluso hijos a padres)… y cuando todo parecía empezar a tomar las riendas adecuadas, con la III dinastía UR, con un mayor poder en el sur, más descentralizado, potenciando una estructura política más organizada, incluso introduciendo el primer código normativo de leyes (en donde la justicia recaía en manos del Rey y los gobernantes)… los elamitas van y vuelven a destruir Ur (saqueado e incendiado), en torno al 2.000 a.C.

Si echamos un vistazo a la ley establecida en Ur (el Code of Ur-Nammu) podemos ver normativas relacionadas con la economía. En primer lugar se establece un tope de gasto mensual por parte del templo y el orden de pesos (11 gramos son un shekel. 60 shekels son una mina. 60 minas son un talento). Pero hay más curiosidades:

Si un hombre se divorcia de su mujer, deberá pagarle una mina de plata (660 gramos). Por violencia se debía compensar al afectado. Por dejarle tuerto (330 gramos de plata), cortarle un pie (110), un miembro entero (660), arrancar un diente (22), nariz (440)… Por mentir en un juicio se debían pagar 550 gramos de plata. Robar y matar estaban penados con la muerte.
Esto me hace pensar que la plata era el elemento que se utilizaba, posiblemente de forma muy precaria, como moneda de intercambio (pues el trueque seguía existiendo), ya que todos los pagos legales se hacían en plata.

Pero ser rico te hace ganar enemigos y la diplomacia no parece ser una política muy efectiva de disuasión en aquella época. Con la caída de Ur, se acabó el liderazgo económico.
No obstante, la historia no acaba aquí. Babilonia resurgirá y se convertirá en la más conocida de cuantas ciudades surgieron y perecieron en la cultura sumeria. Pero antes de acabar esta trilogía mesopotámica, haremos una pequeña parada en Yinxu (China), donde la economía parece moverse rápidamente. 

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