Libertad: Facultad
natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar,
por lo que es responsable de sus actos. Ésta es la primera definición sobre
libertad que aparece en el diccionario de la Real Academia de la lengua
Española. Como bien señala, la libertad es una facultad natural que cada ser humano debería
tener para actuar según su parecer, haciéndose responsable de sus actos. Es
importante recalcar la última parte de la definición, ya que no todos tenemos en cuenta que la responsabilidad
va implícita en la palabra libertad.
Comencemos
recalcando por qué es de suma importancia la existencia de libertad. La
razón que considero fundamental para que exista libertad en la sociedad, no es
otra que el progreso. Obviamente,
existe un vínculo muy poderoso entre libertad y progreso, puesto que la
libertad para pensar, expresarse, actuar; en definitiva, la libertad para decidir
cada uno por sí mismo es imprescindible para el desarrollo de la sociedad
humana.
La
libertad permite cuestionar paradigmas dominantes y favorece la aparición de
visiones alternativas o mejoras de las existentes. Cuestionar las ideas implica
debatirlas, defenderlas o criticarlas, pero nunca imponiendo unas sobre otras y
respetando las opiniones contrarias. ¿A qué velocidad habría avanzado la
ciencia sin las zancadillas de la religión?
John Stuart Mill,
On Liberty.
El continuo debate que subyace de la libertad
para decidir cómo actuar o pensar, ayuda a avanzar hacia una mejor compresión
de la opinión propia de cada uno. Nunca hacia la verdad absoluta, pues la
libertad eso conlleva. La libre disposición para formar una idea propia, más o
menos acertada a ojos de otro, hace que las verdades sean relativas. De esta
forma, la libre capacidad de decidir sobre nuestra vida es necesaria por esta
razón, pues cada uno tenemos una forma distinta de entender el mundo en el que
vivimos.
Sin embargo, la libertad requiere de una
responsabilidad tanto o más necesaria que la propia libertad. La posibilidad de
que los individuos realicen lo que desean hacer requiere, incuestionablemente,
límites por una razón lo suficientemente sencilla, y es que la libertad para
decidir puede llevar a que comportamientos individuales perjudiquen a otro u
otros miembros de la sociedad. En esta situación, es necesario un marco jurídico-legal que establezca
límites al libre comportamiento y lo sancione, siempre y cuando éste suponga un
daño o amenaza para el bienestar de otro individuo. Así, el simple hecho de
vivir en sociedad debe llevar implícito una conducta de comportamiento para con
los demás.
Asimismo, es necesario señalar que el perjuicio
o la posibilidad de atentar contra el bienestar de otro individuo no siempre justifican
la intervención de la sociedad. En gran parte de las ocasiones, los intereses de algunos individuos son
opuestos por diversas razones. En muchas de estas ocasiones, este conflicto de
intereses es debido a unas malas instituciones,
que no incentivan la cooperación mutua de individuos en muchos ámbitos de la
vida social. En este caso podríamos poner como ejemplo el mencionado en mi
artículo Comportamiento individual e instituciones. En otras ocasiones, la rivalidad
entre individuos es debido a razones derivadas, exclusivamente, de la vida en
sociedad. Por ejemplo, cuando varios individuos optan por un único puesto de
trabajo, los intereses de cada uno están enfrentados a los de los otros
competidores, y que uno de éstos consiga el empleo afectará al resto. Pero, es
necesario recalcar, que esta competencia entre individuos es beneficiosa para
el crecimiento y el progreso de la sociedad, a diferencia de las situaciones
derivadas de unas malas instituciones.
John Stuart Mill, On
Liberty.
A
pesar de esto, hay un aspecto que debe ser tenido muy en cuenta a la hora de
hablar de la necesidad de decidir libremente por parte de los individuos, y los
límites que a estas decisiones les debe imponer la ley. Este factor, no es otro, que la igualdad de oportunidades,
pues es la única forma de garantizar la libertad individual en una sociedad
para todos sus miembros. Sin este factor, la libertad individual no estará
nunca asegurada, pues cada individuo estará altamente limitado por la situación
en la que le ha tocado nacer, y por tanto no podrá decidir con plena libertad
sobre su vida. De este modo, el éxito de la libertad está condicionado no sólo
por la capacidad de cada miembro de la sociedad de decidir sobre su persona sin
coacciones o por el establecimiento de límites que garanticen comportamientos
individuales responsables para con la sociedad, sino también por el hecho
irrenunciable de la igualdad de oportunidades dentro de esa sociedad.
La
intención de este texto es destacar la importancia de vivir en una sociedad
libre, pero recalcando que no basta la mera libertad para que ésta impulse el
progreso, son necesarios otros dos importantes factores: unas instituciones de calidad y la igualdad de oportunidades para todos sus
miembros.
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