9 may 2012

Punto de partida: la libertad


Libertad: Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Ésta es la primera definición sobre libertad que aparece en el diccionario de la Real Academia de la lengua Española. Como bien  señala, la libertad es una facultad natural que cada ser humano debería tener para actuar según su parecer, haciéndose responsable de sus actos. Es importante recalcar la última parte de la definición,  ya que no todos tenemos en cuenta  que la responsabilidad va implícita en la palabra libertad.

Comencemos recalcando por qué es de suma importancia la existencia de libertad. La razón que considero fundamental para que exista libertad en la sociedad, no es otra que el progreso. Obviamente, existe un vínculo muy poderoso entre libertad y progreso, puesto que la libertad para pensar, expresarse, actuar; en definitiva, la libertad para decidir cada uno por sí mismo es imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana. 

La libertad permite cuestionar paradigmas dominantes y favorece la aparición de visiones alternativas o mejoras de las existentes. Cuestionar las ideas implica debatirlas, defenderlas o criticarlas, pero nunca imponiendo unas sobre otras y respetando las opiniones contrarias. ¿A qué velocidad habría avanzado la ciencia sin las zancadillas de la religión?

 “La opinión admitida puede ser falsa, por consiguiente alguna puede ser verdadera; la opinión admitida, siendo verdadera, requiere una lucha con la errónea opinión contraria si ha de formarse una concepción duradera de un profundo sentimiento de verdad.”
John Stuart Mill, On Liberty. 

El continuo debate que subyace de la libertad para decidir cómo actuar o pensar, ayuda a avanzar hacia una mejor compresión de la opinión propia de cada uno. Nunca hacia la verdad absoluta, pues la libertad eso conlleva. La libre disposición para formar una idea propia, más o menos acertada a ojos de otro, hace que las verdades sean relativas. De esta forma, la libre capacidad de decidir sobre nuestra vida es necesaria por esta razón, pues cada uno tenemos una forma distinta de entender el mundo en el que vivimos.

Sin embargo, la libertad requiere de una responsabilidad tanto o más necesaria que la propia libertad. La posibilidad de que los individuos realicen lo que desean hacer requiere, incuestionablemente, límites por una razón lo suficientemente sencilla, y es que la libertad para decidir puede llevar a que comportamientos individuales perjudiquen a otro u otros miembros de la sociedad. En esta situación, es necesario un marco jurídico-legal que establezca límites al libre comportamiento y lo sancione, siempre y cuando éste suponga un daño o amenaza para el bienestar de otro individuo. Así, el simple hecho de vivir en sociedad debe llevar implícito una conducta de comportamiento para con los demás.

Asimismo, es necesario señalar que el perjuicio o la posibilidad de atentar contra el bienestar de otro individuo no siempre justifican la intervención de la sociedad. En gran parte de las ocasiones, los intereses de algunos individuos son opuestos por diversas razones. En muchas de estas ocasiones, este conflicto de intereses es debido a unas malas instituciones, que no incentivan la cooperación mutua de individuos en muchos ámbitos de la vida social. En este caso podríamos poner como ejemplo el mencionado en mi artículo Comportamiento individual e instituciones. En otras ocasiones, la rivalidad entre individuos es debido a razones derivadas, exclusivamente, de la vida en sociedad. Por ejemplo, cuando varios individuos optan por un único puesto de trabajo, los intereses de cada uno están enfrentados a los de los otros competidores, y que uno de éstos consiga el empleo afectará al resto. Pero, es necesario recalcar, que esta competencia entre individuos es beneficiosa para el crecimiento y el progreso de la sociedad, a diferencia de las situaciones derivadas de unas malas instituciones.

 “La sociedad no se siente llamada a intervenir más que cuando los medios empleados para vencer son aquellos que el interés general no debe permitir, a saber: el fraude o la traición y la violencia.”
John Stuart Mill, On Liberty. 

A pesar de esto, hay un aspecto que debe ser tenido muy en cuenta a la hora de hablar de la necesidad de decidir libremente por parte de los individuos, y los límites que a estas decisiones les debe imponer la ley. Este factor, no es otro, que la igualdad de oportunidades, pues es la única forma de garantizar la libertad individual en una sociedad para todos sus miembros. Sin este factor, la libertad individual no estará nunca asegurada, pues cada individuo estará altamente limitado por la situación en la que le ha tocado nacer, y por tanto no podrá decidir con plena libertad sobre su vida. De este modo, el éxito de la libertad está condicionado no sólo por la capacidad de cada miembro de la sociedad de decidir sobre su persona sin coacciones o por el establecimiento de límites que garanticen comportamientos individuales responsables para con la sociedad, sino también por el hecho irrenunciable de la igualdad de oportunidades dentro de esa sociedad.

La intención de este texto es destacar la importancia de vivir en una sociedad libre, pero recalcando que no basta la mera libertad para que ésta impulse el progreso, son necesarios otros dos importantes factores: unas instituciones de calidad y la igualdad de oportunidades para todos sus miembros.

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