Ya tenemos aquí la cuarta reforma financiera, o del sector financiero como les gusta decir. Las tres primeras no han servido, veremos que ocurre con la cuarta. En principio, el problema va a ser el mismo, es decir, falta de crédito en la economía, ya que se basa en lo mismo de la anterior: obtener las provisiones con cargo a los resultados de las entidades en un plazo de tiempo pequeño.
Lo primero que hace es incrementar las provisiones de créditos inmobiliarios sanos hasta el 30%. Parece un error, una sobre dotación que busca ser más previsores que nadie en el mundo. Aunque puede obedecer a una realidad que no quieren explicitar: dada la coyuntura a la que nos enfrentamos, lo más probable es que la gente se quede sin trabajo y terminen por convertir créditos sanos en morosos. ¿No sería mejor procurar que no hiciese falta esa sobre dotación de provisiones ya que la gente no tuviese riesgo máximo de perder su empleo? Quizá se pueda explicar mejor que se deje convertir un crédito sano en uno moroso a que se potencie el crecimiento de la economía, ya que esto último parece estar vedado en Europa.
La reforma afirma que no se utilizará dinero público. Pero no es verdad. Las exigencias hacen que los distintos mecanismo de actuación tengan que poner dinero en las entidades (se calcula que unos 15.000 millones de euros). Dicen que mediante bonos convertibles contingentes (CoCos) con un tipo de interés del 10%. Bien, veamos un ejemplo: Bankia necesita como 10.000 millones para el saneamiento. Si tiene que devolver el capital y los intereses a 5 años, cada año tendría que devolver 2.200 millones al estado. Parece complicado que sea capaz de generar ese volumen de dinero cada año, por lo que se terminarán convirtiendo en capital.
Se establece un plazo hasta el 31 de diciembre para generar el capital necesario, bien acudiendo al beneficio, como capital (captado mediante ampliaciones, lo cual no parece muy razonable) o como ayuda del estado. Solo si hay fusiones, el plazo se alarga un año adicional. Este es un punto interesante ya que se fuerza a las entidades, sobre todo las de tamaño medio, a fusionarse para obtener más flexibilidad. Con lo cual, tendremos un sistema financiero formado por pocas entidades grandes (no más de cinco) y otras pequeñas, desapareciendo el segmento intermedio que ofrecía un contrapeso a la actividad cuasimonopolística de las entidades más grandes. Al final, eso es perjudicial para la competencia con lo que, una vez más, los problemas los tendremos los agentes que queramos financiación (los márgenes de intermediación serán cada vez mayores) o simples depósitos de nuestro dinero (las comisiones seguirán creciendo). Es decir, en vez de generar un sistema donde se crea competencia, lo que estamos haciendo es convertirlo en un oligopolio cada vez más cerrado donde los Fainé, Botín, González, etc podrán determinar las condiciones para al prestación del servicio.
Además, las fusiones parece que no van a solucionar el problema. Cuando se busca una fusión en la banca es porque la solidez de una entidad va a permitir solventar los problemas de la otra, con lo cual, en conjunto, mejora la solvencia. En el caso español, las fusiones llevadas a cabo hasta el momento no parecen haber resuelto el problema, más bien lo han complicado. Fusionar Cajanavarra con las pequeñas en su momento fue un error que generó que la CAN terminase teniendo problemas de solvencia que hemos tenido que solucionar con la operación con la Caixa. En fin, que a lo mejor es el camino correcto, pero convertimos prácticamente a la totalidad del sistema financiero en sistémico.
Y, por último, el paso que debía ser decisivo: la creación de sociedades inmobiliarias para la gestión de los activos en riesgo. Parecía que el gobierno creaba un banco malo por sociedad, pero realmente crea una empresa inmobiliaria por entidad. Además, dicha empresa se queda obligatoriamente con lo malo y tiene tres años para desligarse del banco que la creó. Es decir, no han hecho nada. Es como si pusiéramos fecha de caducidad a una empresa como REALIA (tres años) pero no la desligamos del banco con lo que continúa consolidando y, en consecuencia, el activo tóxico sigue estando ahí. Y, obligado por Bruselas, obliga a los bancos a recalcular el valor de los inmuebles contratando dos empresas independientes (en este punto creo que deberíamos cesar de inmediato a todos los funcionarios y directivos tanto de la EBA como del BdE y del BCE. No puede ser que los bancos españoles superen los test de stress con nota todos los años, pero que cada año tengamos que hacer nuevos esfuerzos para sostener el sistema financiero. Algo falla).
En definitiva, nos quedamos cortos y la reforma no sirve. Porque, durante tres años, los activos tóxicos seguirán en el balance del banco (en este caso de forma indirecta); porque el precio de esos activos será prácticamente cero, pero no podrán reconocerlo si no quieren que quiebren todos los bancos; porque el precio de los pisos no va a bajar en los próximos dos años por esta reforma, ya que los gestores aguantarán hasta el límite para obtener beneficios; porque el crédito seguirá cerrado para la economía hasta que se clarifique quién es el dueño de las entidades financieras y, en consecuencia, de los activos tóxicos; porque va a costar muchos miles de millones de euros a la sociedad en su conjunto y los resultados son inciertos, cuando no directamente perversos.
Y por todas esas razones, la bolsa se desploma y la prima de riesgo, lejos de mostrar la tranquilidad que nos vendieron, se eleva hasta los 490 puntos ante la mirada ausente del gobierno. ZP no tenía ni idea de economía (ni siquiera después de las dos tardes de clases de Sevilla) pero cuando había circunstancias excepcionales en la economía se presentaba en el parlamento e intentaba tranquilizar a la población. Incluso presentaba él mismo las reformas. Nuestro presidente electo por mayoría absoluta (Rajoy) no ha salido a decir nada en los cinco meses que llevamos de gobierno, no ha presentado ni una sola de las medidas aprobadas y ni siquiera ha convocado al parlamento para decirnos lo mal que estamos y que nos hundimos. Incluso se plantea eliminar el ineficaz debate sobre el estado de la nación, que aprobar no aprobaba nada, pero si nos daba una idea de la agenda que tenía el gobierno por delante. Y, como solución, nos mandan a un miembro del partido a decir que la confianza se gana con reformas todos los viernes. Bien, parece que no es así, que llevamos reforma tras reforma y la prima de riesgo no para de subir. Y tampoco parece razonable culpar de todo a la herencia recibida. Si en febrero aprueban una reforma financiera escasa, no pueden culpar al anterior gobierno, deben asumir la realidad de que se confundieron en su momento y que eso no solucionaba el problema. Y ahora una apuesta: habrá otra reforma financiera antes de terminar la legislatura.
Yo mantengo mi teoría: el mercado está diciendo claramente que se necesita crecimiento, que sólo con austeridad no vamos a ningún lado. Veremos si alguien le escucha.
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