28 jul 2012

La revolución conductual


Escrito por Germán García Aguilar


"La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo."
Napoleón Bonaparte


Hasta hace más bien poco tiempo, según la literatura económica, ‘vivir’ era cosa de críos. Si las cosas no iban bien, el ser humano analizaba por qué y resolvía el problema, y ya estaba. Así, cuando una persona con sobrepeso decidía que le salía a cuento comer menos y adelgazar, lo hacía, y si no lo hacía... pues sería que en realidad prefería su glotonería; ¿qué, si no?


En consecuencia, el gordo en realidad quería ser gordo, el mal estudiante quería ser mal estudiante, el buen trabajador quería ser buen trabajador, etcétera, y el mundo se convertía en un lugar sumamente justo: Cada cual tenía lo que deseaba asumiendo el coste oportuno. Muy divertido todo.

Hasta que, ¡vaya! Tuvo que llegar la neurociencia para fastidiarlo todo con el rollo del animal emocional. Juan prefiere pitufear a nirvanear, y aun así se pasa las tardes nirvaneando. ¿Por qué? ¿Falta de fuerza de voluntad? ¿De espíritu de sacrificio? ¿O podría estar la batalla perdida desde un principio?
 




¿Está Homer haciendo un análisis coste-beneficio, o se están enfrentando su razón y sus emociones? Y... ¿depende la decisión de él en última instancia?





La lucha entre las emociones y la razón es probablemente uno de los campos que más se han de estudiar durante los próximos años, y confieso que los papers que encuentro sobre el tema tienden a quedarse muy cortos como para extraer conclusiones determinantes. Sin embargo, a priori, me voy a permitir partir de una hipótesis bastante coherente con lo leído: Es distinto decidir puntualmente, que decidir continuamente. Esto es, no es lo mismo enfrentarte a tu organismo en un momento puntual (por ejemplo, comprar o no comprar un paquete de tabaco) que hacerlo a lo largo del tiempo (dejar de fumar). Concretamente, mientras en el primer caso nuestra voluntad tiene las de ganar, en el segundo estamos jodidos hasta tal punto que la racionalidad se vuelve - casi siempre- inútil: De algún modo o de otro, nuestro cuerpo acabará convenciendo a nuestra razón de que sus impulsos son los correctos o peor: Se demostrará capaz de eclipsarla y actuar a sus expensas.

Sin embargo, y por fortuna, el mecanismo puede volverse favorable a nuestra causa si encontramos la forma de establecer en momentos puntuales pautas que nos condicionen (acorde a nuestra voluntad) a lo largo de nuestras rutinas. Cuando esto sea posible, lo que tendremos que hacer no es rendirnos a nuestros hábitos y dar los posibles cambios por perdidos, sino, simplemente, cambiar de estrategia, y es aquí donde los estudios venideros podrían arrojar la luz necesaria para cambiar nuestra efectividad en el cambio de nuestras vidas. Podríamos estar hablando, tal vez, de una revolución conductual que cambiase el mundo más, incluso, de lo que lo hicieran las revoluciones industriales. De gente que deja de ser esclava de sí misma para vivir su vida.

Un ejemplo notable al respecto, relacionado con los hábitos alimenticios (a los que habría que hacer más caso), son las dietas “bajas” en hidratos de carbono de rápida digestión que algunos nutricionistas defienden como única manera de perder peso a largo plazo. El rollo de reducir calorías y hacer deporte es efectivo - sin lugar a dudas- pero en un 95% de los casos termina por ser insostenible. Algunos lo achacarán, como hemos subrayado al inicio del post, a una falta de ‘voluntad’, mas desde el punto de vista del científico social no hay forma de considerar esta estrategia fuera del fracaso: Los pacientes que consiguen ejecutarla (que son los menos) pierden peso solo para acabar recuperándolo. Por el contrario, las dietas que disminuyen la ingesta de determinados carbohidratos (cuyo estudio conocí, por cierto, a través del genial blog Un cafelito a las once) se basan en la manera en que el cuerpo almacena las grasas y, a mi parecer más importante, en la forma en que el organismo se siente hambriento o saciado para reducir los estímulos que conducen al sobrepeso. Hasta el momento, tengo entendido que los estudios son francamente reveladores.

En cualquier caso, es solo un ejemplo de la mentalidad que debemos tener contra nuestros ‘malos hábitos’. Dejar todo en manos de la voluntad es algo que probablemente ya hayas probado sin éxito, pero por fortuna no era tu única opción: Puede que sea el momento de estudiarte y probar medidas que cambien tu naturaleza emocional. Por ahora no es cosa fácil, pero considerando que el estudio de la mente humana está conociendo un desarrollo sin precedentes es francamente probable que conozcamos a las generaciones que vean nuestros principales problemas diarios como nosotros vemos hoy el hambre: Como cosa del pasado. Quizás sea el primer paso a dar para solucionar el resto de pequeños y grandes problemas humanos: La corrupción, el egoísmo, la depresión, etcétera.

No sé vosotros, pero un servidor está francamente intrigado.



7 comentarios:

  1. Y uno pensaría que tendría que ser al contrario. Decisiones puntuales más ligadas a la "aleatoriedad" de una voluntad menos racional y decisiones de conducta a largo plazo más basadas en un proceso razonador.

    Durante los últimos años los estudios económicos sobre la conducta el proceso de raciocinio han ido en aumento, aunque los resultados creo que no han sido tan satisfactorios como se esperaba. Algo así como teorías ligadas más al caos, que antes seguía más de cerca. Aunque quizá sea justamente porque tenemos el chip equivocado. Solo queremos oír (o leer en este caso) hechos. No nos gusta que nos digan que pueden existir cisnes negros. Y el caos (a nivel macro), y quizás los estudios conductistas (a nivel más micro) nos estén diciendo que hay cosas que simplemente no podremos conocer al 100%.

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    1. Jaja, bueno, es todo una cuestión de arbitrariedades, supongo, y yo habiéndome expresado mal.

      Es un hecho que la toma de decisiones en el tiempo se compone de las 'decisiones puntuales' de cada momento, y desde ese punto de vista serían prácticamente una misma cosa. Quería referirme, más bien, a las decisiones que puedes tomar tras una reflexión 'desde la consciencia' (y que pueden ser a corto o largo plazo) y el conjunto de decisiones que no podrán permitirse el lujo de que elaboremos una lista de pros y contras desde la consciencia, y en las que dependemos en mayor medida de nuestra naturaleza emocional.

      Y sobre las limitaciones en el estudio, diría que en los últimos años se ha evolucionado una barbaridad en el conocimiento de nuestra mente y quizás sea éste el momento de que la economía puede recoger los frutos para saborearlos. Por supuesto, las incógnitas siguen y seguirán siendo muchísimas, pero es el momento de ver el vaso medio lleno y prepararse más para las cosas que sí se conocerán, que también serán unas cuantas... o yo me he levantado muy optimista, que también puede ser.

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  2. Me has recordado a la frase del libro Productividad para vagos que decia que la razón consigue justificar esas acciones -en este caso- emocionales. Lo que hace que nuestra conciencia no sea de nuestras mejores amigas...

    Me gustaría ver como se podrían solucionar esos pequeños -que no lo son tanto- problemas en la práctica. Porque perder peso es algo que se ve y todo el mundo lo ve, en cambio el egoísmo corrupcion no son tan evidentes...

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  3. muy interesante el artículo, me dejó pensando...Veamos, es claro que los hábitos condicionan el raciocinio del hombre una vez ya adquiridos. Los hábitos derivan de los impulsos que predominaron ante determinadas situaciones a lo largo del tiempo pero de qué naturaleza son esos impulsos son biológicos,o fruto de determinaciones psicológicas, genéticas? Tengo entendido que las personas que sufren sobrepeso tienen ya una tendencia, que ayudan con sus malos hábitos... sería interesante como se relaciona esto de los hábitos con las adicciones también no? Se puede hablar del "hábito de mentir" por ejemplo ... podría ser visto como una adicción? algo que no se puede controlar o no? y cómo estas teorías lidian con esto por ejemplo...interesante...

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  4. @Rocio

    Meter a la genética en todo esto tiene un problema, uno gigantesco: no tenemos ni idea de cual es la influencia, ni siquiera aproximada, que tiene en estos temas que tratamos. Aun cuando posiblemente debiese estar, porque seguro que tiene una influencia apreciable (en esto y en todo), convierte inevitablemente la discusión en especulación total.

    Aun así, aquí siempre me gusta el ejemplo de la empatía. La "cantidad" de empatía que un individuo es capaz de sentir viene determinada principalmente por su genética, y hay montones de trabajos tratando sobre una habitual carencia de empatía entre individuos que han alcanzado un gran exito personal en los sectores de negocios (aka eran capaces de hacer "lo que había que hacer" para triunfar, tenga las consecuencias que tenga para otros). Una vez que uno lee que bastantes de "los que manejan el dinero" andan cerca de la psicopatía, muchas cosas encajan.

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    1. Freakonomics 1.0 (Stephen Dubner Steven Levitt) - Mi subrayado en la página 149 |

      "[...]gemelos que fueron separados al nacer, ya había concluido que los genes son responsables de aproximadamente un 50% de la personalidad y las capacidades de un niño."

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  5. Para más información sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, no dejéis pasar de largo la obra 'Pensar rápido, pensar despacio' de Daniel Kahneman - http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_ss_i_0_6?__mk_es_ES=%C5M%C5Z%D5%D1&url=search-alias%3Daps&field-keywords=pensar+rapido+pensar+despacio&sprefix=pensar%2Caps%2C250

    Me temo que os responderá bastante mejor que yo, que solo describo lo encontrado al asomarme al enorme abismo del cerebro humano.

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