Uno de los principales descubrimientos que Kahneman expone en su obra Thinking fast and slow es que el cerebro tiene mecanismos perversos de cara a la racionalidad cuando se le hace formar una opinión sobre un hecho complejo. Uno de ellos es encarar una pregunta ‘complicada’ - una para la cual habría de detenerse a pensar, medir, etc- sustituyéndola por otra más sencilla; algo muy práctico para el hombre de otrora, pero funesto para la verdad y la razón de hoy.
Más concretamente, Kahneman cita el ejemplo de la sustitución de la pregunta ‘¿Qué opino?’ por la pregunta ‘¿Qué siento?’, y expone el caso de inversores que deciden en base a ‘lo que les gusta un proyecto’ la rentabilidad potencial del mismo, en lugar de tomar en consideración sus auténticos beneficios y riesgos (lo que podría explicar, por cierto, por qué Facebook alcanzó valores surrealistas en bolsa cuando salió a la venta, completamente desvinculados de su rendimiento, y otros tantos casos similares).
Aún hay más: nuestras emociones reaccionan, a su vez, de una manera desorbitada cuando se les expone ante fenómenos que les producen mayor aversión; por ejemplo, la atroz noticia de un niño herido le sugestiona la impresión de que la probabilidad de que se repita lo acontecido es increíblemente superior a la real. Es su forma de gestionar riesgos: exagerar (y mucho) los que le provocan un mayor temor o rechazo.
Es por eso que debemos ser extraordinariamente cautos ante sucesos extraordinarios como el caso de José Bretón. La ‘opinión’ con que nuestro cerebro reacciona a algo tan complicado como cuál debería ser su pena, cuál es la probabilidad real de que sea culpable, etc es con toda probabilidad diferente de la que tendríamos si nos detuvieramos a razonar y conocer todas las posibilidades, medidas y argumentos implicados.
Así, si de verdad quieres opinar, por ejemplo porque será inevitable hacerlo cuando quedes con tus amigos o porque el suceso te ha calado demasiado como para mantenerte ajeno, un buen punto de partida podría ser el artículo publicado hoy en el blog de el diario.es, al que he llegado por medio del blog Escolar.net y que pone un poco de cordura.
Si un pensamiento desinformado nunca vale gran cosa, en esta ocasión... aún menos.
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