La situación
en nuestro querido país no para de ir a peor. Hace un año (o quizás menos)
muchos estábamos convencidos de que no éramos Grecia; sin embargo, escándalo tras escándalo, decisión tras
decisión, nos hacen pensar que quizás no seamos tan diferentes.
Es
imprescindible mencionar, y recalcar, que el potencial productivo de España es
muy (muy) superior al de Grecia. Nuestro tejido empresarial, aunque cada vez
más mermado, no es comparable al del país heleno. Por tanto, nuestras
posibilidades de éxito, aunque reducidas, son mucho mayores que las de los
griegos. La solución no es fácil, como día tras día estamos viendo, pues
requiere que muchos factores entren en una necesaria armonía que, por el momento,
parece muy difícil de alcanzar; pues, no sólo depende de nosotros, sino también
de que la Unión Europea y sus
instituciones den un decisivo paso al frente.
Sin embargo,
nosotros tenemos un importante papel que jugar, pero debemos hacerlo siendo
conscientes de nuestros errores del pasado, de nuestras capacidades y, sobre
todo, de nuestras debilidades. Los errores del pasado han sido muchos y de diferentes
estilos, y podemos aproximarnos a ellos a través de esta magnífica serie
de siete artículos que se publicó en El
País sobre las crisis que ha vivido nuestro país, conocer el pasado puede
ayudarnos a entender el presente.
Las
capacidades de nuestro país son muchas, aunque la situación actual y los actos
de los “peores” empañen ese éxito. Las capacidades no sólo las encontramos en
el clima y en la dieta mediterránea, tenemos un potencial intelectual e
innovador enorme; seguramente, a cualquiera el primer nombre que se nos viene a
la cabeza para mencionar a una persona de éxito es Amancio Ortega (¡la tercera persona más rica del mundo!), pero
existen muchos más ejemplos sobre la capacidad de la sociedad española. Entre
estos ejemplos podemos encontrar Blusens o el Grupo Mondragón,
pero no sólo en el mundo empresarial encontramos paradigmas de éxito; ya que,
por ejemplo, podemos destacar a importantes investigadores económicos
reconocidos mundialmente como Luis Garicano o Jordi Galí. Es
decir, la capacidad de la sociedad española como individuos con opciones de
éxito no es una restricción.
Por su
parte, nuestras debilidades, al igual que los errores, son de diversa índole y
podríamos encontrar numerosos tipos; sin embargo, yo quiero centrarme en
nuestra debilidad institucional, en la incapacidad
de los dirigentes, y de otros muchos estratos de la sociedad con el suficiente
poder, de actuar con rigor y objetividad, y no dirigidos por intereses espurios
y egoístas. Pero, nuestras debilidades van más allá de las acciones de los que
ostenta la capacidad de dirigir el barco, nuestras debilidades se encuentran en
cada pueblo, en cada ciudad, en cada uno de nosotros, en definitiva, en nuestra
débil
estructura institucional.
De esta
forma, la débil estructura institucional de nuestro país supone una de los
mayores inconvenientes para nuestra recuperación y despegue. Hemos visto
errores en los organismos reguladores, e.g.
BdE-Bankia, CNMV-preferentes; hemos presenciado grandes escándalos de corrupción, conocemos el
problema de fraude fiscal que existe
en nuestro país, el incoherente mal uso de recursos públicos, la escasa
capacidad de cooperación que existe
entre individuos, etc. Hemos vivido todos estos fallos institucionales, tanto
formales como informales, y todavía seguimos aquí, en pésimas condiciones pero
seguimos aquí.
Podemos
seguir compadeciéndonos de todo lo que se ha hecho mal y buscar a quién culpar
de cada error, o podemos aceptar los errores y comenzar de cero. Recuperar la
credibilidad y el buen hacer de nuestros organismos reguladores, establecer
leyes y sanciones ejemplares frente a los casos de estafa y corrupción,
utilizar recursos de manera eficiente buscando el progreso y el crecimiento
sostenible (es necesario que los recortes no se hagan por ideología, sino por
eficiencia pensando a largo plazo) y comenzar a implantar en la educación de
las futuras generaciones la importancia de la cooperación para vivir en
sociedad y evitar comportamientos
individuales que al final perjudican a todos, inclusive a quién los
practica.
La crisis
que estamos viviendo, no es únicamente económica, es también una crisis social
e institucional, pero que nos debe servir para mirar hacia delante y mejorar como
país, como individuos y, sobre todo, como sociedad. Pues, como dijo Albert
Einstein: “En medio de cada dificultad
reside una oportunidad”.
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