Durante más de 100 años, en la modelización formal de la ciencia económica se había confiado en que las economías donde la información no fuese demasiado imperfecta se parecerían mucho a aquellas donde la información fuese perfecta. La hipótesis de información perfecta significa que todos los individuos: i) tienen un conocimiento exacto del valor que tienen todas las variables relevantes que inciden en la toma de sus decisiones; ii) son capaces de procesar información sin cometer errores de forma sistemática; iii) obtienen la información sin coste alguno; y iv) tienen la certeza de que el resto de agentes adoptan el mismo comportamiento ante cualquier acontecimiento externo, esto es, la información está simétricamente distribuida.
El
modelo de equilibrio general de Arrow-Debreu estableció un conjunto único de
supuestos bajo los cuales los mercados son eficientes. Uno de los supuestos es
que tiene que existir información perfecta, o dicho de una forma más precisa,
la información debe ser exógena, esto
es, no puede cambiar como resultado de las acciones de los agentes o como
consecuencia de inversiones en información. Al suponer que en estas economías
competitivas la información es perfecta, toda la información relevante es
transmitida a través de los precios y las distorsiones, si tienen lugar,
tendrán una incidencia temporal e irrelevante. Sin embargo, en la realidad,
esta hipótesis no se cumple ya que en la mayoría de las transacciones la
cantidad y calidad de la información de la que disponen los agentes difiere de
unos a otros y, por lo tanto, los precios no transmiten toda la información
relevante.
Los
supuestos establecidos en el modelo de equilibrio general afectan de manera más
que significativa a las conclusiones de la versión clásica de la economía del bienestar, es decir, la
fundamentada en los dos teoremas de equivalencia, a lo que Stiglitz (1994) se refiere como el “paradigma neoclásico” y lo
enfrenta a una versión alternativa que designa como “paradigma de la
información”. Bajo este paradigma, se ha demostrado que a diferencia de lo que
establece la visión clásica, los mercados raras veces son eficientes en sentido
de Pareto, incluso teniendo en cuenta los costes
de obtener la información.
Uno de
los principales resultados derivados del trabajo de G.Arkelof, M.Spence y J.
Stiglitz, por el cual ganaron el Premio Nobel en 2001, muestra que pequeños
problemas informativos pueden provocar intensos efectos sobre la naturaleza del
equilibrio competitivo. Para Stiglitz, la razón más importante por la cual
mercados con información imperfecta difieren tanto de aquellos en los que la
información es completa radica en que el
propio hecho de realizar acciones e inclusive de tomar decisiones son
actividades que contienen información. Los participantes en el mercado saben
que eso es así y responden en consecuencia (Prize Lecture, 485). Un ejemplo son
las garantías que ofrecen muchas compañías sobre sus productos para transmitir
información sobre la calidad y la confianza que tienen sobre ellos.
Stiglitz considera
que la existencia de problemas informacionales es natural e inevitable y reside
en el simple hecho de que personas diferentes saben cosas diferentes (Prize
Lecture, 490). Por ejemplo, un individuo que va a vender un vehículo de segunda
mano sabe más sobre el estado de dicho vehículo que quién lo va a adquirir. Sin
embargo, los agentes no están condenados a permanecer en situaciones
desventajosas por falta de información. Hay incentivos y mecanismos para
adquirir información y el más potente de ellos es la educación, que por sí
mismo es un proceso de la adquisición de información y su traducción en
conocimiento; otro poderoso mecanismo son las instituciones, que repercuten positivamente sobre el suministro de
información y la reducción de los costes
de obtenerla.
Estos
elementos muchas veces son complementarios a los mercados, que no siempre
proveen incentivos para adquirir información o generar equilibrio. Si bien
quizás no es extraño que los mercados no tuviesen capacidad para proporcionar
unos incentivos apropiados para la obtención y difusión de la información, existe
la posibilidad de que los fallos del mercado asociados con la información
imperfecta sean mucho más profundos. Además, hay un importante problema a la
hora de corregir los fallos de mercado, y es que sólo existe una forma de
mercados perfectos y, por el contrario, una infinidad de imperfecciones que
generan fallos que provocan que las asignaciones no sean eficientes.
De
esta forma, a pesar de que los teoremas fundamentales de la economía del
bienestar ―bajo ciertos supuestos― afirman que las economías competitivas conducirán,
como si por medio de una mano invisible
se tratase, a asignaciones eficientes en sentido de Pareto, y que cada
asignación eficiente puede obtenerse a través del mercado siempre y cuando se
realicen las redistribuciones adecuadas, la economía de la información ha
demostrado que ninguno de estos dos teoremas era lo suficientemente relevante
en las economías reales.
Por
tanto, la información debe tenerse
muy presente a la hora de modelizar la economía, ya que es un elemento decisivo
en la toma de decisiones por parte de los agentes y condiciona las asignaciones que se alcancen a través del mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Anímate a comentar!