Escrito por Miguel Puente Ajovin en Caótica Economía / @caoticaeconomia
Voy a
empezar un ciclo de artículos sobre las que, para autores como Glaeser, pueden
ser consideradas como el mejor invento o creación de la humanidad: las
ciudades. Intentando compaginar la teoría económica, la historia y las curiosidades que
vaya encontrando, voy a tratar de crear artículos amenos que puedan interesar a
un gran abanico de personas. Guiándome por un artículo de Business Insider,
este pequeño recorrido por las ciudades más importantes de nuestra historia
hará parada en urbes tan conocidas como la antigua Babilonia, Roma, Constantinopla,
Baghdad, Ayutthaya, Londres, New York o Tokyo.
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Para
empezar, sería difícil, sino imposible, poder localizar el primer núcleo urbano
existente en la historia (si es que acaso podríamos hablar de uno). Sí que
podemos, no obstante, retrotraernos a la que, posiblemente, fuera la primera
metrópolis de la historia, esto es, la primera ciudad que aglomeró a un número
de habitantes considerablemente mayor al resto de asentamientos: Jericó.
Tendríamos que irnos muy atrás en el tiempo (unos once mil años) para ver los primeros asentamientos semi-sedentarios de la llamada “Natifian culture”, cuyos pequeños pueblos no superaban las tres hectáreas. El cambio climático les impidió establecerse del todo pero aun así empezaron a experimentar con el cultivo y la vida en sociedad.
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El nombre parece derivar
de la diosa a la que adoraban, la Luna. Llamándose así “ciudad de la Luna” o
“Yer îjô”, en oposición a la ciudad vecina (del Sol) que estaba al otro lado
del rio. También llamada “Ciudad de la fragancia” o “Ciudad de las palmeras”,
por estar situado cerca de numerosos oasis, Jericó ostentaría el título de ser la
primera “gran” ciudad.
No solo
albergaba una población creciente de entre 1.500 y 3.000 habitantes, también
podemos ver una clara diferenciación con el resto de urbes al ser la primera en
construir edificios comunes, como fue la famosa muralla de piedra y la torre
(de entorno a los 3/4 y 8/9 metros respectivamente), una construcción sin
precedente, que necesitó más de cien personas trabajando al unísono en su
construcción y mantenimiento. Aunque no se sabe si fue únicamente por motivos
defensivos o por las inundaciones que se sucedían en aquella época, cualquiera
de las dos razones nos sirve para enlazar con la primera de las tres causas
fundamentales en la aparición de ciudades: El bien común o bien público.
La defensa,
ya sea de ataques exteriores o de la propia naturaleza, fue el primer bien
público puro de la historia, necesitado de la colaboración del conjunto de
ciudadanos tanto para su edificación como para su protección. Una forma de
garantizar una mayor provisión eficiente de un bien que, de manera individual,
no habría tenido mucho éxito. Compartir estas fronteras ayudó a potenciar la
prosperidad y el auge de esta ciudad, aunque destaca y sorprende que en tan
pequeño espacio cupieran tantas personas.
La pregunta
es clara: ¿Por qué Jericó debía defenderse con tanto ahínco? ¿Por qué fue en
ese punto y no otro donde se aglomeró tanta gente?
La razón
vuelve a ser (con bastante seguridad), puramente económica. La ciudad estaba
rodeada de zonas con grandes cantidades de sal (estaban a menos de diez
kilómetros del Mar Muerto), un elemento tan deseado en el pasado que puede
considerarse como la primera “moneda” de la historia. Aunque hablar en esos términos
puede ser algo aventurado para la época, hay indicios de que ya existía el
comercio. De hecho, el punto era un enclave central entre las líneas
comerciales de África y Asia, y la aparición de ciertos objetos mesopotámicos y
egipcios en las excavaciones sobre la ciudad, parece ofrecer una muestra clara
de que el intercambio entre regiones y ciudades ya se producía. De ser así, podríamos
decir que los habitantes de Jericó vivían encima de un yacimiento de oro blanco
que les permitió organizarse como élite en torno a la región. Ya solo hacía
falta una serie de oasis (Nabi Musaos y otros) para redondear la idoneidad del lugar.

La
dificultad de estudio de esta antigua ciudad se agrava por los continuos
vaivenes poblaciones y culturales. Hay tres razones fundamentales que hicieron
que la ciudad quedara desierta y fuera repoblada muchas veces durante los miles
de años de su historia: recesiones agrícolas (mucho más duras y duraderas que
las crisis que padecemos nosotros, de carácter totalmente diferente, en algunos
casos llegando a durar más de cien años), azotaban a toda la región. Por otro lado,
había periodos en los que la tierra dejaba filtrar la sal al agua, haciéndola
inservible para el consumo humano, forzando a los habitantes a salir de la
ciudad y buscar otros asentamientos. En tercer lugar, la estabilidad y complacencia
de la propia ciudad descuidó varias veces el cuidado de sus propias defensas
que no impidieron que fuera invadida varias y sucesivas veces a lo largo de los
miles de años de su historia.
De hecho,
hasta el 1.400 a.C. la ciudad fue conquistada y repoblada por beduinos, Amorites,
Hyksos y Canaanites, pero para entonces, muchas otras ciudades ya le habían
quitado el honor de ser la ciudad más poblada del mundo.
Como es
normal, entre tanta invasión, terremotos e inundaciones, las murallas se
derrumbaron y se reconstruyeron varias veces (hasta 16 veces en 600 años),
aunque el mito bíblico le otorgó este poder a las trompetas de Josué, cuyo
primer objetivo en la conquista israelí fue Jericó. Sin embargo según los
arqueólogos, para cuando llegó Josué a aquella zona, la ciudad ya estaba
totalmente destruida. Aunque la
proximidad en algunas fechas hace que el misticismo y la leyenda sigan vivas. Es
difícil de creer que fueron las trompetas las que destruyeron aquellos antiguos
muros, pero pudo ser un simple ataque violento (uno más), o un terremoto más
fuerte de lo normal, lo que acabó por echar abajo una ciudad milenaria.
Once mil
años atrás nació una pequeña ciudad y, quizás, lo más interesante ha pasado
invisible por esta pequeña historia. Las vidas pasan, se mueven, vienen y van,
viven y conviven y dejan atrás lo poco que pudieron dejar. Once mil años pesan
mucho, pero las murallas, aunque destruidas, siguen vivas y, si el tiempo lo
permite, seguirán.
Nota del
autor: Mi única fuente de información ha
sido internet. Sí conoces más de la historia económica de Jericó, por favor,
hazlo saber en los comentarios, estaré encantado de actualizar.
Nota del
autor 2: Algunos datos se contradicen entre diferentes webs. Incluso se
contradicen algunos arqueólogos. He intentado dar cuenta del dato que era más
comúnmente aceptado (sobre todo en las medidas) o repetido.
Bonus Track: Os dejo con una canción del propio Hugh Laurie sobre la batalla de Jericó:
Fuentes:
Vaya trabajo más completo, de una ciudad histórica. La geografía económica o incluso la relación entre psicología, sociología y economía puede ser todavía una asignatura algo pendiente para saber cómo funcionan y actúan las decisiones económicas.
ResponderEliminarY eso que parece poco, pero tampoco es que haya mucha información (sobre todo porque por cada web científica me salían tres o cuatro bíblicas).
ResponderEliminarDesde luego la sociología es importante, sobre todo porque aquí voy a hablar de las ciudades "emblema" de muchos imperios, los cuales seguían paradigmas o formas de estructurar una ciudad que son, de facto, totalmente diferentes.
Va a ser interesante.
Muy interesante, sobre todo la canción.
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